ME SACUDIÓ EL ALMA

El pasado martes 19 de septiembre mi México se vio sacudido por un terremoto que dejó a muchas familias sin hogar, sin familiares y sin patrimonio. Sin embargo, lo que no nos arrebatará jamás ningún desastre ni situación será la esperanza y la hermandad que tenemos como país. Fue y sigue siendo muy conmovedor la manera en la que salimos a las calles para extender ayuda, cada quien desde sus posibilidades y su posición ayudó desde diferentes trincheras: cargando piedras, rescatando sobrevivientes, armando centros de acopio, transportando víveres, donando dinero o cosas materiales, comunicando y organizando, preparando comida, acarreando agua, quitando escombros, estando alerta en las ambulancias, e infinidad de formas más.
Sin embargo, quisiera hacer una reflexión muy personal, ya que este terremoto no simplemente sacudió mi tierra, sacudió también mi alma. Me puse a pensar que realmente la vida se me puede ir, que en cualquier momento se me escapa y que no soy dueña de decidir cuándo se cierra el libro que tengo la oportunidad de escribir diario en esta tierra. Vivo pensando en que voy a llegar por lo menos al capítulo 90, ahorita me encuentro en el 25 así que hay un largo camino por recorrer. Sin embargo, me di cuenta que muchas veces perdemos el tiempo esperando ¿a qué o a quién? Quién sabe.
El temblor me sacudió mientras cocinaba y platicaba con una de mis mejores amigas. Si hubiera muerto en ese momento, hubiera muerto disfrutando ampliamente lo que estaba haciendo, pero también sentí miedo, miedo a morir, a ya no estar, a ya no pertenecer más a esta tierra que es lo único que conozco hasta el momento. Y por eso, me he puesto a reflexionar qué sería de mi si hubiera sido mi último día.
Quiero que cada segundo de ahora en adelante valga la pena vivirlo, que cada cosa que haga, la haga con tanta entrega y pasión que si muero ahí, mi libro tenga un buen final. Que cada página tenga un principio, un desenlace y al mismo tiempo sea un buen final. Porque la vida sorprende y no podemos hacer nada al respecto más que sorprenderla de regreso. No hay necesidad de perder el tiempo esperando a que llegue mañana, o el próximo viaje, la promoción en el trabajo, el novio correcto, el esposo perfecto, la maestría tan esperada, el cambio de trabajo, el primer bebé, el segundo hijo, la casa de mis sueños, el coche preferido, etc.
Creo que debemos ser más conscientes y tener presente de que cada segundo que se nos regala de vida es eso, un regalo. El mundo lo compartimos todos los que vivimos aquí, independientemente de nuestra religión o de lo que creamos que vendrá después de la muerte, lo único que todos entendemos y compartimos es esta vida terrenal. Ahí sí que podemos estar de acuerdo en que da miedo perder la vida cuando crees que te falta un largo camino por recorrer.
Pero ahora quiero pensar todos los días en que me voy a morir hoy, y si mañana amanezco es un nacimiento y una nueva oportunidad para vivir como si fuera a morir y así nunca desperdiciar un segundo más.
En este terremoto se fueron algunos que ya no estarán más en esta tierra con nosotros, pero gracias a ellos se sacudió nuestra alma y nuestro México. Su misión y su vida no fue en vano. Todos los que seguimos aquí por algo será, y tú eres el único que tiene la decisión de ponerle nombre o de encontrar por qué sigues aquí.